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lunes, 30 de junio de 2014

La Familia de Jesucristo

Los primeros escritos cristianos mencionan los nombres de los padres de Jesús y de algunos de sus hermanos. El carácter judío y tradicional de estos nombres sirve para afirmar las raíces judías de su familia.
La mayor parte de las familias judías contemporáneas de Jesús que vivían en Galilea habían emigrado a esa región desde Judea dos o tres generaciones antes.
Es muy probable que la familia de Jesús mantuviera todavía relación con parientes cercanos que vivían en el entorno de Jerusal
. Los parientes de Jesús en Judea
Si la familia de Jesús practicaba una piedad tradicional y si no hacía demasiado tiempo que sus antepasados había emigrado de Judea a Galilea, es lícito suponer que iría con regularidad a Jerusalén para celebrar las fiestas judías más importantes y que estos viajes servirían de ocasión para mantener y alimentar su relación con posibles parientes y otras familias amigas que habrían permanecido en la zona. Esta hipótesis ayudaría a explicar las raíces de la tradición del nacimiento en Belén y algunos otros datos bastante interesantes desde el punto de vista histórico, como son el hecho de que Jesús tuviera bastantes conocidos y seguidores en Jerusalén (Mc 14, 3; 13; Jn 3,1-21; 11,1-2)  y la función destacada de sus familiares en la comunidad postpascual ubicada en esta misma ciudad (Hch 1, 14; 15, 13; 12, 2).
Sobre Santiago, el hermano de Jesús, tenemos también noticias de origen no cristiano que lo relacionan con Jerusalén. El historiador judío Flavio Josefo señala su ejecución por parte de las autoridades judías como la causa principal de la destitución del sumo sacerdote Anano el joven (Antigüedades Judías 20.9.1). Anano había aprovechado el vacío momentáneo que se produjo en Judea a la muerte del procurador Festo para acusar a Santiago y ordenar su lapidación. A su llegada a Jerusalén, el nuevo procurador Albino destituyó de forma fulminante al sumo sacerdote. Esta drástica intervención de Roma en los asuntos religiosos judíos sólo se puede entender si Santiago era una persona muy conocida y respetada en la ciudad, fuera incluso de los círculos estrictamente cristianos.
El libro de los Hechos y las referencias de Flavio Josefo presentan a Santiago como un prototipo de judío observante que habría entendido la fe mesiánica en Jesús como cumplimiento de esperanzas propiamente judías. Esta imagen confirma, por tanto, la hipótesis esbozada en el punto 4.1 según la cual la familia de Jesús tendría una orientación religiosa marcadamente tradicional. Esto ayuda, a su vez, a entender mejor la relación conflictiva de Jesús con la institución familiar en general y con sus parientes en particular, la cual está ampliamente atestiguada en los evangelios (Mc 3, 20-21; 31-35; Lc 9, 59-62; 12, 49-53; 14, 26).
Los parientes de Jesús en Judea
Los evangelios mencionan algunas veces a los hermanos de Jesús (Mc 3,31-35; 6,1-6a). Estas referencias parecen estar en contradicción con la afirmación de la virginidad de María. Sobre el parentesco de Jesús con los hermanos que menciona Marcos y los otros sinópticos se ha discutido mucho y constituye un tema de debate entre diversas confesiones cristianas.
Ya en la iglesia antigua existían tres interpretaciones distintas del parentesco que unía a Jesús con ""sus hermanos"". Algunos, como Hegesipo o Tertuliano, no tenían ninguna dificultad en considerar a Santiago, Judas y a los demás como hermanos carnales de Jesús, hijos de José y de María. Otros, como Epifanio sostenían que eran verdaderos hermanos de Jesús, nacidos en un matrimonio anterior de José, con lo cual quedaba a salvo la virginidad de María. Finalmente, Jerónimo y muchos después de él afirmaron que estos hermanos eran en realidad primos de Jesús. Pero esto fue ya en el siglo IV d. C.
La clave está en la interpretación de la palabra ""adelfos"" que en griego significa ""hermano"". Los orientales utilizaban entonces y utilizan todavía hoy mucho esta palabra para referirse a las personas con las que tienen una cierta relación. Así la utilizaron también los primeros cristianos, que se llamaban unos a otros hermanos. Sin embargo no se ha podido documentar la utilización de este término para referirse a los parientes. Más aún, entre los términos de parentesco, que eran muy precisos, hay uno, ""anepsios"", que significa ""primo"" y que Hegesipo utiliza para referirse a los ""primos de Jesús"". Esto indicaría que el término se usa en el sentido de ""hermanos"" y no de ""parientes"".
Ahora bien, en la sociedad mediterránea del siglo I, que era patrilineal, el único requisito para que dos personas pudieran considerarse hermanos era que tuvieran el mismo padre. De hecho los hijos de una misma madre podían no ser hermanos si habían nacido de distintos padres. Según esto, lo único que afirmaría el evangelio cuando habla de los hermanos de Jesús es que tenían el mismo padre. No existe, por tanto, contradicción con esta afirmación y la de la virginidad de María, la madre de Jesús.
2. La infancia de Jesús: los relatos de Mateo y Lucas
Los relatos de la infancia de Mateo y Lucas son contribuciones tardías al largo proceso a través del cual se fue configurando la tradición evangélica.
Los datos tradicionales disponibles sobre esta etapa de la vida de Jesús eran muy escasos, de forma que Mateo y Lucas tuvieron mucha más libertad de composición en esta parte de sus obras que en el resto.
Los relatos de la infancia nos informan más sobre la cristología y la situación comunitaria de las iglesias en las que se escribieron que sobre los acontecimientos históricos del nacimiento de Jesús.
Los relatos de la infancia en la tradición evangélica
Antes de leer los relatos de la infancia nos será de gran utilidad situarlos en el marco global de la tradición evangélica. Un dato significativo es que no todos los evangelistas estuvieron interesados en transmitir estos recuerdos acerca de Jesús. Sólo Mateo y Lucas sintieron la necesidad de reconstruir los primeros años de su vida y añadieron estos breves relatos al resto de su evangelio, cuyo esquema básico habían tomado de Marcos.
Los primeros cristianos fueron reuniendo los recuerdos sobre Jesús en tres etapas. En la primera, el interés estaba centrado en los acontecimientos que rodearon su pasión, muerte y resurrección. Leyendo los últimos capítulos de los diversos evangelios, en los que se narran estos acontecimientos, puede comprobarse que las diferencias entre ellos son muy poco importantes; son diferencias de matices, pero lo sustancial es igual en los cuatro evangelios.
Más tarde, las comunidades cristianas sintieron la necesidad de conservar fielmente todo lo que Jesús había hecho y enseñado durante su ""vida pública"". La comparación entre los diversos evangelios arroja aquí un balance algo distinto. Aquí las diferencias son ya más importantes, sobre todo entre los tres primeros evangelios (Mateo, Marcos y Lucas) y el de Juan. Sólo en un tercer momento surgió entre los cristianos un vivo interés por recuperar los primeros años de la vida de Jesús. Los evangelios de la infancia de Mateo y Lucas son un ejemplo de este interés y constituyen el primer eslabón de una cadena que se prolongará más tarde en una serie de evangelios apócrifos, cuyo propósito fue recuperar los años ocultos de la vida de Jesús.
En esta tercera etapa de la tradición evangélica los puntos de coincidencia son muy escasos. Si leemos atentamente Mt 1-2 y Lc 1-2 veremos que efectivamente es muy poco lo que tienen en común, y que incluso existen algunas discrepancias entre ellos. Notemos, por ejemplo, que mientras en el relato de Lucas la protagonista es María, en el de Mateo es José quien desempeña el papel principal. Tampoco están de acuerdo Mateo y Lucas sobre la relación de Jesús y su familia con Belén y Nazaret. Lucas parece dar a entender que la familia de Jesús era originaria de Nazaret y que el nacimiento de Jesús en Belén se debió a una situación coyuntural (un censo ordenado por los romanos). Por su parte, Mateo parece presuponer que la familia de Jesús era originaria de Belén y que su traslado a Nazaret fue debido al temor de que Arquelao continuara teniendo hacia Jesús la misma actitud hostil que había tenido su padre Herodes.
Estas consideraciones nos hacen caer en la cuenta de que los relatos de la infancia constituyen una porción muy especial de la tradición evangélica, en la que los intereses de tipo histórico no eran tan importantes como las motivaciones teológicas. Es muy probable que la intención de los  evangelistas aquí, más que en otros lugares de sus evangelios, fuera mostrar en profundidad la identidad de aquel a quien sus respectivas comunidades reconocían como Mesías y Señor de sus vidas. Esto no significa necesariamente que Mateo y Lucas hayan compuesto sus relatos de la infancia de Jesús sin ningún apoyo en la tradición. Probablemente, las primeras comunidades cristianas guardaban preciosos recuerdos acerca de los orígenes de Jesús y tanto Mateo como Lucas pudieron haberlos conocido, pero eran noticias muy escasas. En cualquier caso, los evangelistas al narrar la infancia de Jesús no tuvieron ese interés histórico con que nosotros nos acercamos hoy a sus relatos.
Otro aspecto importante que hemos de tener en cuenta antes de leer estos relatos es el hecho de que Mateo y Lucas escribieron sus evangelios para unas comunidades cristianas concretas. El propósito de los evangelistas -lo sabemos por el resto de sus evangelios- no fue sólo reunir una serie de tradiciones acerca de Jesús, sino animar a sus comunidades teniendo en cuenta los problemas concretos con que se encontraban. El relato de la infancia de Jesús les ofrecía una ocasión excelente para ello, pues en este punto las tradiciones conservadas en las comunidades cristianas no estaban tan firmemente fijadas y ello les permitía actuar con más libertad.
Los relatos de la infancia responden también a una pregunta que debía ser contestada por cualquier biografía antigua: ¿Quiénes son los antepasados del protagonista? Conocer los antepasados de una persona y la familia a la que pertenece equivale a conocer a dicha persona en profundidad. Esto es difícil de entender para nosotros que hemos nacido en una cultura que valora al individuo por encima del grupo, pero en la cultura mediterránea del siglo I era el grupo, especialmente el grupo de parentesco, el que definía a la persona. No es extraño, por tanto, que a muchos les resultara escandaloso el hecho de que Jesús perteneciera a una familia sencilla, sin riqueza ni poder. En este contexto podemos entender por qué Mateo y Lucas insisten tanto en la ascendencia de Jesús. La intención de las genealogías es mostrar que tiene antepasados dignos y que Dios ha previsto su nacimiento y su misión.
También el lugar de origen de una persona era importante entonces para conocer a una persona. No existía tanta movilidad y el lugar donde se había nacido influía mucho en la formación de la persona. Así, entre los judíos Galilea era tradicionalmente un lugar de paganos, mientras que se suponía que en Judea vivian los israelitas fieles a la ley. Sobre el lugar de origen de Jesús corrían ya por entonces diversas opiniones. Algunos pensaban que había nacido en Nazaret y esto era un obstáculo para reconocerle como Mesías: 
""Otros decían: Este es el Mesías. 
Otros, por el contrario: ¿Acaso va a venir el Mesías de Galilea? ¿No afirma la Escritura que el Mesías tiene que ser de la familia de David y de su mismo pueblo, de Belén?"" (Jn 7,41-42. véase también Jn 1,45-46)
Relato de la infancia de Mateo
a presentación que hace Mateo del origen de Jesús refleja la importancia de determinadas cuestiones en la vida de su comunidad. Así, el interés de mostrar que Jesús pertenece a la estirpe de David y que nació en Belén, la ciudad de David, es reflejo de la situación conflictiva de su comunidad en el contexto del judaísmo contemporáneo.
Este mismo interés le movió a relacionar los acontecimientos de los primeros años de la vida de Jesús con profecías del Antiguo Testamento, cuyos libros tenían una autoridad decisiva para los judíos; quería mostrar a sus lectores que verdaderamente Jesús era el Mesías esperado por Israel. La comunidad a la que se dirige Mateo ha roto completamente con el grupo de los fariseos, que había llegado a ser el grupo más fuerte dentro del judaísmo después de la destrucción del templo. El rechazo de este grupo hacia la comunidad de Mateo está representado en la actitud de Herodes y de los sacerdotes y maestros de la ley de Jerusalén que persiguen a muerte a Jesús (véase Mt 2,1-12).
También en estos capítulos encontramos pistas para imaginar la composición de la comunidad de Mateo. Algunos de sus miembros proceden del judaísmo y es desde su fe judía como han descubierto en Jesús al Mesías enviado por Dios. Este grupo está representado en la figura de José, que escucha obedientemente las indicaciones de Dios, acoge a Jesús y lo protege. Sin embargo, gran parte de la comunidad está compuesta por cristianos no judíos. Este grupo está  representado por los magos que buscan incansablemente a Jesús. En su camino hacia él han tenido que pasar a través de los judíos, depositarios de las Escrituras, pero al final su perseverancia y su fe los ha conducido hasta Jesús.
Es, pues, una comunidad mixta en la que existen diversas maneras de vivir la fe en Jesús. El evangelista quiere que ambos grupos se vean representados en estos primeros episodios de la vida de Jesús y quiere mostrar que aunque la acogida de ambos es distinta, lo que importa es haber llegado hasta Jesús y haber descubierto en él al Mesías enviado por Dios.
Vamos a fijarnos ahora en los aspectos literarios más relevantes de este relato. El estilo de Mt 1-2 es, en términos generales, semejante al del resto del evangelio; sin embargo, estos dos capítulos poseen algunos rasgos distintivos. En primer lugar llama la atención la cantidad de citas bíblicas. Mateo recurre a ellas muchas veces en su evangelio, pero sólo en once ocasiones lo hace introduciéndolas con la fórmula: Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había anunciado el Señor ... que tiene por  objeto subrayar el cumplimiento de las promesas de Dios en Jesús. Pues bien, cinco de esas once ""citas de cumplimiento"" se encuentran en estos dos primeros capítulos del evangelio (Mt 1,22-23; 2,5-6. 15. 17-18, 23).
Otro aspecto llamativo es la mayor frecuencia de intervenciones extraordinarias de Dios en esta parte de la obra en comparación con el resto. Otra peculiaridad es el hecho de que el evangelio comience con una lista de los antepasados de Jesús. Todos estos detalles dan a Mt 1-2 un tono particular y nos invitan a buscar una explicación en las formas de escribir propias de aquella época.
Comencemos por la lista de los antepasados de Jesús. Este tipo de listas se conocen con el nombre de ""genealogías"" y es un género muy utilizado en el Antiguo Testamento (Gn 5;10;11; 1Cr 5,27-29). Mateo ha dividido la historia de los antepasados de Jesús en tres etapas iguales, de catorce generaciones cada una, separadas por dos momentos decisivos: el reinado de David y la cautividad de Babilonia. Significativamente, se hace referencia a cuatro mujeres: Tamar, Rajab, Rut y la mujer de Urías. Todas ellas llegaron a ser madres de forma extraña. Tamar (Gn 38,1-30) urde un engaño y engendra un hijo de su suegro Judá; Rajab (Jos 2,1-21) era una prostituta de Jericó que colaboró en su conquista y se unió al pueblo de Israel; Rut, de origen moabita, se convirtió en ""abuela"" de David (Rut 1-4); y la mujer de Urías engendró de David a Salomón en un contexto de homicidio y adulterio (2 Sm 11-12). De esta manera muestra que el misterioso nacimiento de Jesús a través de María tiene su lógica en la historia de la salvación.
Las intervenciones divinas extraordinarias a través de mensajeros, sueños o fenómenos cósmicos son muy frecuentes en los relatos de la infancia de personajes importantes, tanto en la literatura helenística como en la judía. Dentro de la literatura judía tenemos un ejemplo en el relato de la infancia de Moisés (Éxodo 1-2). Existen otros ejemplos en los que el nacimiento del héroe está rodeado de circunstancias especiales y en los que dicho nacimiento es anunciado de antemano por un mensajero divino (Gedeón: Jue 6; Sansón: Jue 13; Samuel: 1Sm 1-2). Sin embargo, es en los relatos de la infancia como el de Moisés, donde encontramos las semejanzas más claras con el relato de Mateo. En ellos distinguimos un esquema fijo con los siguientes elementos:
- Anuncio del nacimiento. Generalmente rodeado de circunstancias extraordinarias. El nombre del que va a nacer ocupa un lugar muy importante porque suele definir cuál será su misión. 
- Amenazas. El nacimiento de estos personajes está rodeado de circunstancias que amenazan su vida. 
- Intervención de Dios. Dios actúa eficazmente para salvar al protagonista. 
- Signos extraordinarios. A través de estas intervenciones se pone de manifiesto que el recién nacido es un instrumento en las manos de Dios.
Mateo ha utilizado también un recurso literario muy frecuente en los comentarios judíos de las Escrituras y que los expertos denominan  
""midrash haggadico"" o narrativo. Consiste en un desarrollo narrativo del texto bíblico mediante el que se intenta explicar su contenido. El relato de Mt 1-2 tiene mucho de midrash haggadico, pues, en cada una de sus escenas se cita un pasaje del Antiguo Testamento como clave para interpretar el sentido de lo narrado:
Episodio narrado en Mt 1-2 Texto del AT
Anuncio del nacimiento de Jesús (Mt 1,18-25)          Is 7,14 
Los magos buscan a Jesús (Mt 2,1-12)                     Miq 5,1; 2Sm 5,2 
Huida a Egipto (Mt 2,13-15)                                    Os 11,1 
Matanza de los inocentes (Mt 2,16-18)                     Jr 31,15 
Regreso de Egipto (Mt 2,19-23)                               Jue 13,15; Is 11,1
Mateo se ha servido de este procedimiento literario invirtiendo, de alguna forma su sentido. Si en los comentarios judíos el punto de partida es el texto bíblico, y el relato es sólo un desarrollo ilustrativo del mismo, para Mateo, el punto de partida no son las citas del Antiguo Testamento, sino la narración de la historia de Jesús. Los textos de las Escrituras judías se interpretan desde Jesús y no al revés. Esto significa que sólo en Jesús encuentran su plenitud las promesas que Dios había hecho a su pueblo.
Relato de la infancia de Lucas
El relato de la infancia de Lucas se asemeja, incluso más que el de Mateo, a los capítulos introductorios de las biografías helenísticas de personajes ilustres, lo cual es coherente con el contexto pagano en el que la mayoría de los estudiosos sitúan al evangelista y a su comunidad. Son bastantes los exegetas que consideran Lc 1-2 como una sección añadida por el propio autor a una versión inicial de su obra, que habría comenzado en  3,1 con la predicación de Juan Bautista. Es significativo a este respecto que la genealogía de Jesús esté colocada precisamente después de su bautismo, como si ése fuera el momento idóneo para explicar que su elección divina, manifestada a través de las palabras del Espíritu, tiene su origen en un proyecto de Dios que se remonta a la misma creación del hombre.
Es importante constatar que la genealogía de Lucas es muy distinta de la de Mateo, siendo la presencia de David el único eslabón claramente común a ambas. El sentido del recorrido lucano, que parte de Jesús para retrotraerse hasta Adán y el mismo Dios, es también inverso al del primer evangelista. Probablemente, lo que Lucas quiere subrayar con este procedimiento es el carácter universal del acontecimiento salvífico actualizado en Jesús.
El relato lucano de la infancia refleja una visión idealizada y casi mítica de los orígenes judíos de Jesús; visión que corresponde perfectamente a la perspectiva con la que debía contemplar esos acontecimientos una comunidad cristiana de la segunda generación, distante de Palestina tanto en el espacio como en la cultura.
Al contrario de lo que vimos en Mt 1-2, no hay en estos primeros capítulos del evangelio de Lucas rastro alguno de conflicto con el judaísmo. Todos los personajes que intervienen (Zacarías, Isabel, Simeón, Ana, los padres de Jesús) son israelitas piadosos que se mueven en torno al Templo y cuya fe judía les ha preparado para poder reconocer la intervención salvadora de Dios en los acontecimientos que presencian. El propio Jesús manifiesta ya a los doce años un profundo conocimiento de la Escritura y un amor especial por el Templo, que considera el lugar adecuado para ocuparse de las cosas de su Padre (Lc 2, 41-52).
También se refleja en estos capítulos una actitud de concordia respecto al mundo pagano en general y respecto a las autoridades romanas en particular. José y María son presentados como súbditos obedientes del Imperio que acuden con presteza a su lugar de origen, Belén, para inscribirse en el censo (Lc 2, 1-2). Los ángeles que visitan a los pastores les anuncian la paz para todos los hombres (Lc 2, 13-14).
En el relato de Lucas María aparece como la verdadera protagonista humana de todo cuanto acontece en relación con el nacimiento de Jesús, mientras que José tiene un papel totalmente secundario. Ella es quien recibe el anuncio del ángel y quien da su consentimiento para convertirse en madre. Significativamente, es presentada como pariente de Isabel quien, a su vez, es descendiente de Aarón. Se sugiere, así, que Jesús está relacionado por línea materna con la estirpe de los sumos sacerdotes de Israel; otra muestra del aprecio que Lucas siente por los orígenes judíos del cristianismo.
Otro rasgo original y teológicamente significativo de Lc 1-2 es que combina y articula a modo de díptico las narraciones sobre los orígenes de Jesús y Juan el Bautista. De esta forma introduce ya su particular visión de la historia de la salvación, que irá desarrollando paulatinamente a lo largo de los dos libros que componen su obra – el Evangelio y el libro de los Hechos de los Apóstoles. En dicha visión Juan aparece como el precursor de Jesús, quien es, a su vez, el centro de esa historia. Si leemos con atención toda la obra lucana podremos comprobar que su verdadero protagonista no es una persona, sino el Espíritu, él es quien posee al propio Jesús y guía los pasos de Pedro y Pablo en su labor difusora del evangelio. Pues bien, el relato de la infancia menciona la acción del Espíritu en seis ocasiones (1,15.35.41.67; 2, 25.26) y se refiere a los efectos tradicionalmente atribuidos al mismo (alabanzas, palabras proféticas) en otras siete. De este modo el evangelista informa al lector desde el principio acerca del tipo de historia que tiene ante sus ojos y le da la clave fundamental de su interpretación.
Finalmente, unas palabras sobre las posibles fuentes utilizadas por Lucas en estos dos capítulos. La mayoría de los exegetas señalan la diferencia de género y tono entre las narraciones propiamente dichas y los tres himnos que se insertan en ellas, puestos en boca de distintos personajes (1, 46-55; 67-79; 29-33). La temática y tono de estos himnos sugiere un contexto cultural judío fuertemente impregnado de esperanzas mesiánicas. Lo más probable es que sean creaciones de alguna comunidad judeocristiana muy primitiva, quizás la comunidad de Jerusalén, o, incluso, refundiciones cristianas de himnos judíos. Lucas mismo podría haber sido el responsable de su transformación final
Fecha y lugar de nacimiento de Jesús
Hoy creemos que la fecha tradicionalmente asignada al nacimiento de Jesús según el calendario imperial romano es errónea. Jesús habría nacido entre cuatro y siete años antes de lo supuesto.
El lugar más probable de su nacimiento es Nazaret, pero las tradiciones que señalan a Belén podrían basarse en datos auténticos relativos a los orígenes de su familia.
La concepción virginal de Jesús es uno de los pocos elementos comunes a los relatos de la infancia de Mateo y Lucas. Para comprender su significado conviene situarlo en el contexto religioso y literario de la época
Fecha
stamos acostumbrados a determinar las fechas tomando como punto de origen un supuesto momento cero en el que, según creíamos hasta hace poco, habría nacido Jesús. Evidentemente, los contemporáneos de Jesús contaban los días y los años según otros calendarios, que solían tomar como referencia los comienzos de los reinados de los distintos emperadores.
El calendario que nosotros utilizamos fue establecido en el siglo VI por un monje llamado Dionisio el Exiguo, quien calculó la fecha de la encarnación a partir de interpretaciones inexactas de dos indicaciones temporales dadas por Lucas en su evangelio (Lc 3,1.23). El resultado de estos cálculos sitúa el nacimiento de Jesús cuatro años después de la muerte de Herodes el grande, lo cual contradice la información aportada por Mt 2.
Hoy día, la mayoría de los estudiosos creen que la asociación cronológica entre el nacimiento de Jesús y los últimos años de la vida de este rey es un dato más fiable que las hipótesis interpretativas de Dionisio, por lo que prefieren retrasar entre 4 y 7 años la fecha del primer acontecimiento.
Desgraciadamente los otros datos temporales de los que disponemos no permiten hacer mayores precisiones. Los historiadores han sido incapaces de determinar a qué censo se refiere Lucas en 2,1-2, y el conocimiento disponible acerca de la duración del mandato de Pilato o del sumo sacerdocio de Caifás nos deja con el mismo grado de imprecisión.
Teniendo en cuenta que ya no podemos afirmar que Jesús nació al comienzo del ano 1 después de Cristo, muchos autores han optado por sustituir las expresiones “antes de Cristo” (a.C.) y “después de Cristo” (d.C.) por “antes de la era común” y “en la era común”, resumidas en las siglas AEC y EC. La era común es, evidentemente, la que empieza en el punto cero del calendario de Dionisio, al cual, a estas alturas de la historia, nos sería ya muy difícil renunciar.
Lugar
Excepto los relatos de la infancia de Mateo y Lucas, todos los demás datos disponible acerca del lugar de origen de Jesús apuntan a Galilea; algunos de ellos precisan más y señalan Nazaret (Mc 1, 9. 24; 10, 47; 14, 67; 16, 6; Jn 1, 45.46; 18, 5.6; 19, 19). De hecho, “Jesús de Nazaret” parece haber sido el apelativo por el que Jesús era más conocido entre la gente. La única alternativa a Nazaret es Belén, lugar donde según Mateo y Lucas nació Jesús aunque luego, todavía niño, se trasladara con sus padres a Nazaret.
Teniendo en cuenta que Jesús será proclamado por los cristianos como Mesías y que este título se asociaba normalmente a la ascendencia davídica, no es raro que la iglesia primitiva tuviera interés en hacer nacer a Jesús en Belén, la patria del rey David. Al contrario de lo que ocurre con Belén, Nazaret no motiva ninguna sospecha, pues es una aldea totalmente desconocida en los documentos antiguos anteriores al Cristianismo. Debía ser un lugar insignificante y, a juzgar por Jn 1, 46, de no muy buena reputación.
Sin embargo, hay motivos para creer que el dato del nacimiento en Belén, en el cual coinciden los dos relatos de la infancia, podría ser una elaboración tradicional y probablemente interesada de otro dato distinto, pero relacionado con la ascendencia de Jesús. Sabemos, en efecto, que durante el siglo I  AEC., los reyes Hasmoneos promovieron la colonización de la recién conquistada Galilea con familias judías (véase Tema 2). Puesto que todos los nombres conocidos de familiares de Jesús son típicamente judíos, no parece inadecuado pensar que pudieran ser originarios de algún lugar de Judea y, en ese caso, ¿por qué no Belén.
La familia de Jesú
Los primeros escritos cristianos mencionan los nombres de los padres de Jesús y de algunos de sus hermanos. El carácter judío y tradicional de estos nombres sirve para afirmar las raíces judías de su familia.
La mayor parte de las familias judías contemporáneas de Jesús que vivían en Galilea habían emigrado a esa región desde Judea dos o tres generaciones antes.
Es muy probable que la familia de Jesús mantuviera todavía relación con parientes cercanos que vivían en el entorno de Jerusalén.

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